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Reseña: El Hobbit 

JUAN JOSÉ NAVA

Fue en una tarde como cualquier otra cuando un profesor, aburrido de revisar trabajos escolares, dejó que su mente divagaba y se perdiera en las peculiaridades de algunas palabras de la lengua inglesa. Tal vez la palabra que más atrapó la atención del profesor Tolkien durante esas ensoñaciones fue “rabbit” (palabra inglesa para decir: conejo); y después, ante un espacio en blanco de un trabajo por revisar, se le ocurrió escribir “hobbit”.

“En un agujero en el suelo vivía un hobbit”. Así empieza la novela que haría el profesor John Ronald Reuel Tolkien a partir de esa pequeña palabra que le vino a la mente durante una tarde como cualquier otra. El hobbit es una obra de escritura simple pero de significado profundo; entre sus líneas se pueden vislumbrar las pasiones del ser humano en la búsqueda de su identidad y del sentido de su vida; y es que, a pesar de que los protagonistas son seres que pertenecen más a la fantasía que a la realidad, Tolkien demuestra con el desarrollo de sus personajes que nada humano le es ajeno.

El protagonista, Bilbo Baggins, es un pequeño hobbit satisfecho con su pacífica vida cotidiana pero con un oculto deseo de aventuras pero, para la cómoda sociedad de los hobbits, está mal visto desear una vida llena de agitaciones y desenfrenos como la de un aventurero. Un mago, viejo amigo de Bilbo, será el encargado de brindarle una oportunidad de viajar más allá de los límites de su comarca para ayudar a un colorido grupo de enanos a recuperar una propiedad que les ha sido arrebatada. Es el principio de la historia de un hobbit que se embarcó en un viaje de ida y vuelta.

El viaje de Bilbo no tiene solo aventuras épicas, también está plagado de reflexión, de autoconocimiento y de búsqueda de sentido; tal vez si te animas a acompañarlo, puedas comprobar que, así como Bilbo al concluir su viaje, tú también habrás cambiado.

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